
La emoción y el bienestar como parámetros que rigen la arquitectura contemporánea
Neusus Urban la traduce en formas, materiales y espacios urbanos que influyen directamente en nuestro comportamiento y bienestar.
Hospitales que aceleran la recuperación, escuelas que estimulan la creatividad o lugares de trabajo quepotencian la concentración. ¿Es posible que el entorno construido influya ennuestra conducta, emociones y procesos mentales? La arquitectura, históricamente ligada a la estética y la funcionalidad, ha comenzado a dialogar de forma másprofunda con la neurociencia, abriendo un nuevo campo de estudio: la neuroarquitectura.
Uno de los pioneros en comprender este vínculo fue el médico e investigador Jonas Salk. A principios de los años50, mientras trabajaba en el desarrollo de la vacuna contra la poliomielitis, Salk pasó una temporada en Italia. Fue allí donde, según relataría años después, comprendió el poder del espacio arquitectónico: cada visita a la Basílica de San Francisco de Asís, en Umbría, lo sumergía en una profunda claridad e inspiración creativa. Convencido de que el entorno físico tenía un impacto directo sobre su pensamiento, regresó a Estados Unidos con una idea: construir un instituto de investigación que fusionara ciencia y arte.
Así nació el Salk Institutefor Biological Studies, en La Jolla, California, diseñado por el arquitecto Louis Kahn en 1962. Salk pidió explícitamente un lugar que “inspirara a los científicos del mismo modo en que los artistas crean arte”. El resultado fue un complejo de líneas puras, amplios patios abiertos hacia el Pacífico y una estética minimalista que promovía el pensamiento claro, profundo y colaborativo. Este edificio es considerado el punto de partida simbólico de la neuro arquitectura contemporánea, al explorar cómo el diseño puede fomentar el confort intelectual y emocional.

La mente plástica y la arquitectura del bienestar
El eje central de la neuro arquitectura se apoya en un principio clave de la neurociencia: la plasticidad cerebral. A finales del siglo XX, investigaciones como las del neurocientífico Fred Gage, del propio Salk Institute, demostraron que el cerebro humano genera nuevas neuronas a lo largo de toda la vida, especialmente en el hipocampo, región cerebral responsable de la memoria y el aprendizaje. Esto significa que los cambios en el entorno no solo nos afectan emocionalmente, sino que también modifican el cerebro a nivel estructural y funcional.
La neuroarquitectura se ocupa, por tanto, de identificar qué condiciones espaciales favorecen el bienestar, la concentración, la motivación o la creatividad. Se basa en principios como la percepción sensorial, la orientación, los recorridos y la conexión emocional con el lugar. Como investigación interdisciplinar, se nutre de estudios en psicología ambiental, neurociencia, diseño interior y arquitectura.

Según estudios recogidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 90% del tiempo que pasamos despiertos lo hacemos en espacios cerrados. Y, lo que es más preocupante, el30% de los edificios actuales son considerados “edificios enfermos”, cuyas condiciones afectan negativamente al equilibrio fisiológico y mental de sus ocupantes. Síntomas como fatiga crónica, estrés o alergias pueden estar relacionados directamente con la calidad del entorno construido.
El poder de la luz, el color y la escala
La arquitectura no solo construye espacios físicos, sino que moldea percepciones. Alrededor del 80% de la información que recibe nuestro cerebro es visual, y de esta, el color representa cerca del 40%. La psicología del color, investigada por autores como Angela Wright o Jean-Gabriel Causse, muestra cómo las tonalidades pueden influir en el estado de ánimo, la productividad o la percepción del tiempo.
La luz natural es otro elemento fundamental. Como afirma el psicólogo Christoph Hölscher, “la luz atrae al ser humano”. Espacios bien iluminados no solo mejoran el estado de ánimo, sino que también reducen el estrés y fomentan la atención sostenida. De ahí la tendencia actual en arquitectura contemporánea de priorizar grandes ventanales, patios interiores, tragaluces o fachadas transparentes, como en los trabajos de Tadao Ando o Renzo Piano.
La altura del techo también impacta directamente en nuestra cognición. Estudios realizados en universidades como la de Minnesota han concluido que los techos altos favorecen el pensamiento abstracto y creativo, mientras que los techos bajos ayudan en tareas más concretas o repetitivas. Esta observación resuena con la noción de que la arquitectura puede modular estados mentales mediante proporciones y escala.

Otro de los pilares emergentes del diseño orientado al bienestar es la arquitectura biofílica, que promueve la integración de elementos naturales dentro del espacio construido. Esta corriente, impulsada por autores como Stephen R. Kellert y EdwardO. Wilson, parte de la hipótesis de que los seres humanos tenemos una afinidad innata por la naturaleza. Incorporar vegetación, materiales orgánicos, sonidos naturales o ventilación cruzada puede disminuir la presión arterial, mejorar la calidad del sueño y aumentar la productividad.
A pesar de las evidencias, gran parte de la arquitectura civil aún responde a lógicas económicas o normativas, dejando de lado el potencial transformador del espacio sobre la mente humana. La neuroarquitectura no pretende sustituir otras disciplinas, sino sumar una mirada más: la del diseño centrado en el ser humano.
Iniciativas como la de Neusus Urban aportan una mirada innovadora al espacio público. A través de mobiliario urbano sostenible, fabricado con caucho, plástico u hormigón reciclado, la firma no solo apuesta por la circularidad de materiales, sino también por el diseño basado en el comportamiento humano.
Sus bancos modulares, esculturas funcionales y elementos urbanos no son simples piezas de mobiliario, sino dispositivos sociales: invitan a la contemplación, a la conversación y a la pausa. En plazas, parques o calles, los productos de Neusus generan microclimas emocionales donde la tranquilidad, la creatividad o la interacción fluyen deforma natural. En un entorno urbano cada vez más automatizado, estas piezas devuelven al espacio su dimensión humana.
Quizás el mayor logro de la arquitectura contemporánea no sea levantar rascacielos o diseñar íconos urbanos, sino construir espacios que nos ayuden a estar mejor, pensar mejor y vivir mejor.