
Arquitectura entre dos mundos: política y sociedad
El papel de la arquitectura como agente activo en la transformación social y la decisión ideológica.
¿Puede la arquitectura convertirse en un símbolo de libertad? ¿Y la ausencia de ella? Con esta premisa quiero iniciar este texto. Durante estas semanas hemos tenido el placer de observar cómo la libertad identitaria de las personas ha llenado las calles de diversas banderas, identidades y amores. Desde una profunda reflexión y admiración hemos querido volver la vista atrás para recordar el inicio de esta revolución y de otras tantas.
La expresión “derribar muros” es un reflejo de la capacidad de resiliencia que poseen las sociedades para enfrentarse a la adversidad y avanzar hacia estructuras más inclusivas y humanas. Porque los muros, más allá de ser elementos arquitectónicos diseñados para delimitar y proteger, han sido utilizados históricamente como símbolos de opresión, imposición, separación y represión social.
Hay que remontarse a los años 80para identificar cómo estos elementos, una vez derrumbados se convirtieron en una metáfora de la lucha y la libertad social. El muro de Berlin o Stonewallforman parte de la simbología revolucionaria y la arquitectura ideológica. Porque su derrumbamiento permitió que el mundo dejara de estar tan alejado entre sí para poder unirse de nuevo en una nueva estructura social.
El Muro de Berlín: la materialización de la Guerra Fría
En agosto de 1961, el gobierno dela República Democrática Alemana (RDA) levantó un muro de más de 155 kilómetros que dividió Berlín durante 28 años. Concebido inicialmente como una barrera física para frenar la fuga de ciudadanos del Este hacia el Oeste, el Muro de Berlín acabó convirtiéndose en el paradigma de la división política y social dela Guerra Fría. Tal como apuntó Kenneth Frampton en Modern Architecture: A Critical History (1980):
“El Muro de Berlín no solo segregó un territorio, sino que proyectó la fractura ideológica sobre la materialidad arquitectónica, dotando a la mampostería de un carácter casi metafísico.”

Su caída, el 9 de noviembre de1989, no fue únicamente un acto físico de demolición. Fue el derrumbe de un sistema de opresión, un símbolo del fracaso de la imposición ideológica unilateral y el nacimiento de un nuevo paradigma sociopolítico en Europa. “En pocas horas se transformó en un lienzo de arte colectivo y esperanza. El muro muerto se llenó de vida en forma de grafitis, mensajes de paz y nombres de aquellos que no pudieron cruzarlo”, señala el arquitecto y profesor de urbanismo Saskia Sassen en su ensayo Territory, Authority, Rights(2006).
Stonewall: el muro social derrumbado desde dentro
Pero los muros no siempre son de hormigón. También pueden ser invisibles, construidos a base de represión social y discriminación. En junio de 1969, en el bar Stonewall Inn, en el barrio de Greenwich Village de Nueva York, se gestó el inicio de la revolución LGTBIQ+. Durante años, la comunidad había vivido tras un muro de violencia institucional y rechazo social. La redada policial que desencadenó los disturbios de Stonewall no fue distinta de otras, pero la reacción sí lo fue. El muro invisible se derrumbó ante la resistencia colectiva.

Como apunta la historiadora Lillian Faderman en The Gay Revolution (2015):
“Stonewall significó el momento en el que la arquitectura social de la represión se fracturó. La comunidad queer reclamó el espacio público como suyo, transformando calles y bares en lugares de resistencia y orgullo.”
Muros que caen, ciudades que se transforman
Ambos muros, el de Berlín y el social de Stonewall, comparten un paralelismo ideológico en la arquitectura y el urbanismo contemporáneo. En el primero, la demolición física de la estructura reconfiguró el mapa de Berlín y su desarrollo urbano, creando corredores de memoria, parques con restos del muro y museos como el Topographie des Terrors, que emplean la huella arquitectónica como memoria viva y advertencia histórica.
En el segundo, la caída simbólica del muro social permitió resignificar espacios urbanos previamente vetados a la diversidad. Greenwich Village, por ejemplo, pasó de ser un refugio clandestino a un distrito culturalmente abierto, un caso de estudio sobre cómo la inclusión redefine la arquitectura social.
Hoy, en un mundo donde vuelven a erigirse muros físicos y sociales, la arquitectura debe reflexionar sobre su papel como herramienta de unión y no de segregación. Como dijo Rem Koolhaas en Elements of Architecture (2018):
“La arquitectura no es neutral. Todo muro, toda puerta, todo acceso o restricción, comunica poder, pertenencia y exclusión.”
Recordar la caída de estos muros, reales o simbólicos, nos permite entender la importancia de diseñar espacios y estructuras sociales más permeables, inclusivas y libres. Porque al final, derribar muros siempre será más constructivo que levantarlos.